El cine negro
El cine negro
El término fue acuñado por el crítico Nino Frank en su artículo «Un nuevo género policial: la aventura criminal», sobre el estreno en Francia de una serie de películas americanas que mostraban de manera única el crimen, de una forma más cercana a la psicología del criminal. Frank se refería a las películas hechas en Hollywood entre 1943 y 1945. A pesar de la dificultad de definir el cine negro, hay ciertas características que son recurrentes: temas oscuros, vértigo, violencia, angustia, desesperación existencial, decadencia, obsesiones incontroladas. La dualidad no es entre dos personajes sino que es interna, la lucha entre el bien y el mal está dentro de cada personaje. Tampoco existe una clara división entre el bien y el mal; generalmente los criminales son también personas de buenos modales y con importantes posiciones de poder. La moral está corrompida y no hay vuelta atrás: en el laberinto de la angustia existencial no hay salida.
Origen del cine negro
El origen del cine negro suele situarse en los Estados Unidos entre 1940 y 1950. Es un género cinematográfico que se desarrolló en los albores de la depresión y ha dado lugar a un gran número de películas.
Muchos autores limitan este género a las películas en blanco y negro, las vinculadas al otro lado del sueño americano, y otros las limitan a las que tratan de las complejidades del alma humana. Algunos incluso piensan que el cine negro termina en los años 50.
Cualquiera que sea su origen y su fin, su estudio tiene un interés particular desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico. Más que en los componentes de la trama, este cine se basa en el trabajo psicológico de los personajes, para el cual desarrolló su propia expresión pesimista del paisaje social.
La narrativa del cine negro, cuyo origen literario está en la novela negra, transgrede las apariencias para llegar a los motivos crípticos de sus personajes y acciones, algunos freudianos, otros oníricos y otros relacionados con lo mítico. Este tratamiento de las historias aleja al cine negro del realismo y lo acerca a la estética expresionista. El uso del claroscuro y de la iluminación tenebrista acerca el cine negro al expresionismo: a su expresión formal, más que a los contenidos originales de esta tendencia alemana de principios del siglo XX, que también se manifestó en la fotografía, el teatro, la pintura y la arquitectura.
Los encuadres angulares, el uso de la cámara apagada y el trabajo de la luz en el cine negro, indican un estilo que se desliza por las grietas del sueño americano, expresando la fragilidad del bien y la atracción del mal, presentando una sociedad violenta, cínica y corrupta.
Por otro lado, el cine negro hace un uso retórico de la narrativa para generar el artificio de la resolución de conflictos, así como un lenguaje elíptico y metafórico.
Otra característica de este género cinematográfico es el diseño fatalista de los personajes que responde a un estado de distorsión psicológica que los mantiene prisioneros de sí mismos en un mundo de desencantos, donde las certezas han desaparecido.
El cine negro en los años 40 y 50
Durante los decenios de 1940 y 1950, el cine negro era más intenso: las sombras aumentaban en la penumbra y se abusaba de ellas, los reflejos eran cada vez más atrevidos e histéricos y los ángulos de la cámara eran más vertiginosos, mientras que la sensación de fatalismo se intensificaba y se interiorizaba aún más.
También se incluyen en las películas otros temores de la época: la paranoia anticomunista, la desorientación y el vacío de la posguerra. Crossroads of Hates, 1947, presenta la violencia en veteranos desmovilizados; el persistente espectro del nazismo surge en Chained, 1946; una preocupación constante por las mujeres y las novias es evidente en The Blue Dahlia, 1946; y el alcoholismo, un problema creciente en la América de la posguerra, surge pero se desvanece con el héroe de Days Without a Trace, 1945.