cinematográficos

Movimientos cinematográficos

Movimientos cinematográficos
El cine, como cualquier otro medio artístico, es una práctica autónoma y un método versátil y efectivo de comunicación con el mundo que lo rodea. A lo largo de su historia, el cine ha sido una especie de espejo capaz de reflejar su entorno cultural y el contexto social en el que se desarrolla. Los movimientos cinematográficos -también pueden denominarse «corrientes cinematográficas»- son posturas estéticas que tratan de innovar su propio lenguaje abordando, mediante la experimentación técnica, estilística y narrativa, los acontecimientos del mundo cotidiano. La Nueva Ola Francesa, por ejemplo, reflejó las costumbres políticas y sexuales de Francia en el decenio de 1960; o el cine independiente estadounidense del decenio de 1980, que surgió en gran medida como una reprimenda a la abundancia de éxitos de taquilla que se estaban apoderando de todos los cines.

Movimientos cinematográficos

El cine se desarrolló desde un punto de vista científico antes de que se conocieran y exploraran sus posibilidades artísticas o comerciales. Uno de los primeros avances científicos que condujeron directamente al desarrollo del cine fueron las observaciones de Peter Mark Roget, secretario de la Royal Society de Londres, quien en 1824 publicó una importante obra científica titulada «The Persistence of Vision as it Affects Moving Objects» (La persistencia de la visión en cuanto afecta a los objetos en movimiento), en la que estableció que el ojo humano retiene las imágenes durante una fracción de segundo después de que el sujeto ya no las tiene delante. Este descubrimiento estimuló a varios científicos a investigar para demostrar el principio.

Expresionismo alemán

A pesar de su corta duración (1920-25) el expresionismo alemán ejerce una notable influencia. Es un grupo de directores que encuentran soluciones plásticas revolucionarias para expresar temas de tendencia fantástica-demónica, profundamente arraigados en la cultura alemana; la escuela recibe el mismo nombre y comparte la misma orientación que se manifiesta en otras artes, ya que se puede hablar de expresionismo en la poesía, la pintura y la música. De hecho, el expresionismo cinematográfico no surgió sólo como respuesta, como complemento del movimiento literario y plástico que invadió Alemania después del final de la Primera Guerra Mundial. Como en el caso de este último, sus fuentes son un poco más arcaicas, tienen su origen no en la desolación que sigue al final de la debacle, sino en una insatisfacción espiritual que viene de más lejos, concretamente de la explosión romántica del siglo XIX.

El movimiento cinematográfico expresionista comenzó con «El gabinete del Dr. Caligari (Das Kabinett des Dr. Caligari, Robert Wiene, 1919)», donde a través de los decorados, el maquillaje y la iluminación, la mentalidad y el estado de ánimo de los personajes se exponen simbólicamente para contar una historia aterradora que identifica la autoridad con la locura y la criminalidad.

Una preocupación similar por la estilización formal y lo sobrenatural en los temas es evidente en películas como «El Golem (Der Golem: Wie Er in die Welt Kam, 1920)» de Paul Wegener y Henrik Galeen; «Nosferatu, el vampiro (Nosferatu, Eine Symphonie des Grauens, 1921)» de Friedrich Wilhelm Murnau; y «Metrópolis (1926-27)» de Fritz Lang, que trata de una sociedad robótica controlada por una gran potencia industrial en la que los trabajadores son reducidos a la condición de esclavos.

A mediados de los años 20, la capacidad técnica del cine alemán superó a la de cualquier otro en el mundo. Los actores y directores recibieron un apoyo casi ilimitado del Estado, que financió los estudios más grandes y mejor equipados del mundo, los de la «U.F.A» (Universum Film Aktiengesellschaft) de Berlín.

Los estudios introspectivos -expresionistas- de la vida de las clases populares, se caracterizaban por su dignidad, belleza y duración, además de introducir grandes avances en el uso efectivo de la luz, los decorados y la fotografía.

Los directores alemanes de este período liberaron la cámara del trípode y la pusieron sobre ruedas, logrando una movilidad y gracia nunca antes vistas.

Debido a la emigración de los mejores talentos alemanes, austriacos y, en general, centroeuropeos, la producción cinematográfica disminuyó rápidamente después de 1925, convirtiéndose en otra industria que intentaba imitar las películas hechas en Hollywood.

Neorrealismo italiano

El neorrealismo italiano fue nombrado así por el crítico Umberto Bárbaro en 1942 y es, sin duda, la contribución más importante de Italia a la historia y al desarrollo de la cinematografía.

Es el movimiento que surgió en Italia cerca del final de la Segunda Guerra Mundial que adoptó la realidad como su fundamento temático para interpretar de manera crítica y sencilla la vida y las personas como realmente son.

Su sinceridad expresiva busca más la historia colectiva que la individual, en la búsqueda comprometida de los sufrimientos y las plagas que afligen sobre todo a las comunidades ordinarias, sugiriendo, si es posible, soluciones.

Siendo ficción, la película neorrealista es muy cercana al documental ya que quiere realizarse como documento y testimonio histórico.

Las principales características de esta corriente fueron una atmósfera bastante cruda y desgarrada, de origen documental, cercana a la verdadera realidad social y humana del país, lograda a partir de la reducción y la simplicidad -casi la pobreza- de los medios de producción, el rodaje fuera de los estudios, el uso de intérpretes desconocidos o no profesionales, la disminución general de los costos, el rechazo a ciertas formas tradicionales de cine, una mayor fusión del documental con la ficción y, por supuesto, un retorno a la realidad en franca oposición a la falsa y operística retórica «heroica» del anterior cine oficial.

Estas características fueron concebidas y diseñadas por los colaboradores antifascistas de la revista «Cinema», no sólo hostiles al régimen sino también fuera de los propios estudios, buscando su resurgimiento después de la opresión y represión de veinte años de fascismo. El objetivo era crear un cine italiano realista, popular y nacional. Como Italia salía de la guerra y su situación era muy precaria, era necesario hacer un cine barato según las condiciones generales del país y mostrarlo sin las afeitadas y los adornos con los que el cine oficial lo había mitificado.

El neorrealismo se dio cuenta de que el cine tenía que narrar hechos mínimos, aparentemente insignificantes, sin ninguna interferencia de la fantasía, tratando de mostrarlos en su dimensión más real y humana; no mostrando las cosas imaginadas como verdaderas, sino haciéndolas significativas tal como son, contadas por sí mismas.

La película que inauguró esta tendencia fue «Obsessione (Ossessione, 1942)» de Luchino Visconti; sin embargo, la película que con su autenticidad, modernismo y actualidad impuso internacionalmente al neorrealismo italiano fue «Roma, Ciudad Abierta (Roma, Cittá Aperta, 1945)» de Roberto Rossellini, realizada inmediatamente después de la liberación de los lugares mismos de los hechos, sin autorización ni capital; su guión fue casi literalmente dictado a Rossellini por un líder de la resistencia.

El cine neorrealista buscaba el análisis tendiendo hacia el centro de lo cotidiano humano, y no desde él hacia fuera, en un deseo de comprensión y convivencia solidaria que desde la pantalla emanaba al espectador para ser respirado.

La Nueva Ola Francesa

Como «nouvelle vague» o «nueva ola francesa» se designa al grupo de directores que realizan sus primeros largometrajes en Francia en los años posteriores a 1958; jóvenes directores franceses, críticos de la revista «Cahiers du Cinema» que desean explorar a través de un estilo personal de creación.

Los talentos de sus miembros eran tan divergentes que la nueva ola difícilmente era un movimiento estético coherente; sin embargo, sus principales exponentes mostrarían al mismo tiempo personalidades verdaderamente amateurs que les representarían un notable éxito internacional y carreras muy exitosas.

Siendo difícil ubicarla como escuela, algo que las películas de la nueva ola tienen en común es el acercamiento personal e informal de sus directores a los temas que trataban; con una cámara siempre en movimiento y muy a menudo «cogida de la mano», como signo particular, además se nota en ellas una preferencia por el rodaje en la calle, especialmente a través de las ventanillas de los coches, así como en casas reales.

Hablando de sus producciones, la película que primero llamó la atención fue «El bello Sergio (Le beu Serge, 1958)», de Claude Chabrol, aunque al principio no tuvo mucho éxito. La gran sensación llegó con el éxito de «Les 400 coups (Les 400 coups, 1959)» en el Festival de Cannes, donde Francois Truffaut ganó el premio al mejor director; e «Hiroshima mi amor (Hiroshima mon amour, 1959)» de Alain Resnais, que en este mismo festival ganó el premio de la crítica internacional, situación que alentó a los productores lo suficiente como para apoyar económicamente a los jóvenes cineastas que acababan de llegar.

Prueba de ello es que en 1959 veinticuatro directores realizaron su primer largometraje, y en 1960 el número ascendió a cuarenta y tres.

El nuevo cine alemán

Este movimiento surgió a mediados de los sesenta, siendo el más emocionante que ha dado el cine europeo, especialmente a nivel artístico (técnicamente y en términos de efectos visuales, ¿quién puede competir con «Industrial Light and Magic» de George Lucas y «Digital Domain» de James Cameron?)

Después de años de inercia y tras la firma del manifiesto de Oberhausen en 1962, surgieron varios cineastas cuya originalidad temática e imaginación visual son únicas, fuera de este mundo.

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